El Pixel Viajero

Podíamos haber llegado cualquier día, pero esta vez la suerte estaba de nuestro lado. Un día al mes, la noche de luna llena, Hoi An se viste de gala y apaga todas las luces en su zona antigua, para recuperar mediante el brillo de los farolillos y el sonido de música tradicional parte de su pasado de ciudad de grandes comerciantes.

Hoi An junto al río

Este tranquilo pueblo de navegantes hoy lleno de hoteles, restaurantes y tiendas de recuerdos conserva a pesar de todo su encanto y a nosotros nos acogió con la mejor de sus noches. Nos adentramos en el pequeño centro de Hoi An en medio de casi una absoluta oscuridad, pero apenas dos callejones más adelante desembocamos en la orilla del río, lleno de velas encendidas sobre coloridas hojas de loto de papel.

Noche de luna llena y farolillos

La imagen nos pilló por sorpresa y quizá por eso disfrutamos aún más de unas horas de viaje a través del tiempo, imaginándonos ahora en la penumbra y apenas alumbradas por los farolillos de papel en sus días de esplendor medieval. Lo disfrutamos despacio, deteniéndonos en pequeñas actuaciones de baile unas veces, otras de música, e incluso de juegos tradicionales, en las que participaba gran parte del pueblo.

Embarcaciones en el centro de Hoi An

Farolillos tradicionales

Sabíamos que aquello no duraría demasiado tiempo, pero en ese momento no queríamos pensar en ello, ya llegaría la mañana siguiente, con sus calles repletas de turistas y vendedores.

Detalle de un tejado

Conductores esperando clientes

Hoi An es un pequeño tesoro y afortunadamente, el Comité del Pueblo lo sabe, poniendo todo su empeño en conservar ese aire melancólico de sus paredes ocres y sus casas-museo en las que aún se conserva la decoración y distribución originales.