Largo peregrinaje hacia Nepal

Como estos dos no tienen un duro, pero se empeñaron en pirarse de viaje, hay algunas fronteras que tenemos que cruzar “a pata”, o sea, en bus que es más barato. La última ha sido cruzar de la India a Nepal por tierra y viajar de Varanasi a Pokhara pasando por el paso fronterizo de Sunauli.

Bus nepali

Bus nepali

El del hotel les vendió la moto, como siempre a estos dos pardillos y les afirmó que podía reservar directamente todo el paquete ‘turístico’. Les contó que el viaje duraba 2 días parando una noche en la frontera y que el precio incluía desayuno antes de partir, la habitación de hotel en Sunauli (parte nepalí), el autobús de la parte india y el autobús de la parte nepalí por el equivalente a 7 euros, vamos una ganga!

Todo esto era cierto, salimos de Varanasi a las 8:30 y llegamos a la frontera a las 20:30. Dormimos en Nepal y a la mañana siguiente partimos a las 7:00 para llegar a Pokhara sobre las 17:00. Lo que no explicó fueron los detalles del viajecito, que ahora os paso a contar.

Todo huele a chamusquina cuando descubres que, aún disponiendo de 3 días, el tío perro no había sido capaz de ir a buscar los billetes a la agencia, y teníamos que llevar nosotros el dinero en mano la mañana de nuestra partida. No estuvo mal, porque así descubrimos cuanta comisión se quedaba el hotel. Nos cobró 1.400 IRs por 2 billetes (ventajas de ser digital) y al de la agencia le entregamos 1250 IRs.

Camiones 'tuning' en India y Nepal

Camiones 'tuning' en India y Nepal

El desayuno consistió en un par de tostadas minúsculas con mermelada y un té masala. Algo escaso, pero para lo que nos esperaba, mejor tener el estómago vacío.

El bus indio no estaba del todo mal, pero claro después de 12 horas de continuos bocinazos y adelantamientos rozando la muerte a camiones y tractores, se te queda el cuerpo un poco desencajado. Peor hubiese sido si en el bar de carretera donde paramos a comer hubiéramos probado alguno de los deliciosos platos que cocinaba un octogenario sin camiseta.

Bar de carretera indio

Bar de carretera indio

El momento frontera india fue un cruce entre Gila y “Bienvenido Mister Marshal”. Ya de noche nos bajaron en una calle polvorienta del mugriento pueblo de Sunauli. A partir de allí debías andar unos 100 metros a oscuras, porque se había ido la luz. Tras un rato de pensar que estabas perdido, un tipo te gritaba indicándote que te acercaras a una especie de tienda iluminada por un par de velas. Aquello ero el puesto fronterizo donde un par de bigotudos funcionarios indios te ponían unos garabatos en el pasaporte y un par de sellos, y ále, a cruzar la frontera.

Menos mal que Nepal estaba todo un pelin mejor acondicionado y en cuanto cruzamos, pudimos llegar fácilmente al puesto fronterizo, pues el escaso alumbrado público funcionaba. En un pequeño edificio rellenamos los papeles de ingreso en el país y si era necesario y no lo llevabas ya, como era nuestro caso, pagabas el visado de entrada.

Pero lo mejor del viaje estaba por venir. El hotel donde pasamos la noche me recordó al de la película Hostel. Para llegar a unas habitaciones con olor a humedad tenías que pelearte con enjambres de mosquitos. Y en los baños debían haber asesinado a más de uno pues tenían las paredes llenas de óxido (o algo color rojizo). Nadie de la expedición osó ducharse esa noche.

'Hotel' en Sunauli (Parte de Nepal)

'Hotel' en Sunauli (Parte de Nepal)

A la mañana siguiente y con unas cuantas ojeras nos montamos en el autobús que nos llevaría a Pokhara. Pero el minibús era tan justo, que los equipajes debían ir en el techo, y llovió, lo que provocó que llegaramos con toda la ropa mojada.

El trayecto de unos cientos de kilómetros fue un poco infernal, ya que además de subir y bajar montañas sin parar (preciosos paisajes eso sí), el autobús lo llenaron hasta la bandera y se caían las ventanas de cristal por el camino, asi que llegamos todos con un resfriado de los buenos. Tanta curva y tanto cuerpo serrano, provocó más de una vomitona en el pasaje. Allí había negocio vendiendo biodraminas, sí señor.

Finalmente llegamos a nuestra paradisíaca Pokhara, donde una jauría de taxistas nos esperaba para llevarnos al hotel de su primo, pero eso es otra historia, y de mejor talante, ya lo veréis.



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