El Pixel Viajero

Uno de los símbolos de Nara, ciudad imperial donde se concentran una buena parte de los tesoros del Kansai, son los ciervos. El gran parque que hoy en día alberga los templos es también la casa de cientos de simpáticos cervatillos bulímicos, que mientras uno no vaya comiendo, recrean una imagen bucólica y de comunión entre el mundo natural y la ciudad.

Ay que bambis más bonitos

Los animalitos, ‘domesticados’, como indican en el mapa que proporciona la oficina de turismo están habituados a la presencia humana, por lo que no nos temen, pero además, también están muy bien acostumbrados a que los miles de turistas que visitan el parque les den de comer unas galletitas vendidas expreso para el ‘momento foto’.

Monje y ciervo meditando

La parte complicada llega cuando no tienes nada que darle de comer, entonces en cuanto te despistas, le pega un bocado al mapa, que mira, es de papel y tiene mucha fibra, o cuando se te ocurre abrir el sándwich que pensabas comerte tranquilamente disfrutando del paisaje, aquí, empieza una dura persecución, con cabezazos incluidos.

Momento cabreo entre ciervos

El único con cuernos

Es en este momento, cuando el tierno bambi embiste, es cuando te acuerdas de una frase que dijiste al llegar, ‘Pobrecitos, les han cortado los cuernos’. Ahora ya sabes por qué.

Parque de Nara

Anécdotas a parte, Nara es una ciudad encantadora, donde disfrutar de historia, arquitectura y naturaleza al mismo tiempo. Un lugar donde a cada paso uno descubre un rincón especial en el que las antiguas linternas de piedra y los rojos torii se han ganado su hueco en el corazón del bosque.