La selva que se comió al hombre
Es irresistible para el ser humano jugar a hacer listas como por ejemplo de profesiones que nos gustaría ejercer, sueños a cumplir o lugares que visitar. Sin lugar a dudas, la zona de templos de Angkor ocupaba uno de los 3 primeros puestos de nuestra lista de viajes.
En la actualidad, la zona de templos de Angkor está repleta de templos en ruinas, pero en el apogeo khemer, mientras en Europa se luchaba contras las pestes medievales, era la capital de su imperio con más de 1 millón de habitantes.
Son tantos los templos y tan amplia la zona, que tuvimos que invertir un par de días para poder visitar sólo los más importantes y en el recinto de Angkor. Para el primer día planificamos una ruta en bicicleta evitando los templos más espectaculares, y así ir de menos a más. Angkor Wat era y es sin duda la estrella, así que lo dejamos para la segunda jornada, esta vez en tuk-tuk, y así ver amanecer tras sus espectaculares torreones.
Angkor es pasear por silenciosas ruinas rodeadas de frondosa selva, donde uno se transporta en el tiempo y siente en el ambiente la antigüedad de sus piedras. Tallas de bailarinas en extrañas posturas te hacen imaginar a viejos artesanos labrando las paredes de piedra y enormes caras sonrientes provocan la inquietud de sentirse constantemente vigilado.
Impacta ver como la selva no ha dejado pasar el tiempo y enormes árboles han crecido entre los muros de los templos destruyendo algunos de ellos, o simplemente fusionándose para recordarnos la fuerza de la naturaleza.
Cualquier rincón de Angkor nos brinda postales para el recuerdo, aunque el amanecer con el templo de Angkor Wat de escenario es la más espectacular de todas y algo que podemos tachar de nuestra lista de sueños realizados.