Vidas flotantes
La ciudad más grande y aislada del planeta es un hormiguero de motocarros en pleno corazón del Amazonas. A Iquitos sólo se puede llegar por aire o río, y esta peculiaridad la convierte en una ciudad diferente, con muchas aristas por definir.
Sus decadentes edificios decorados con otrora coloridos azulejos, señoriales mansiones y hasta nostálgicos malecones nos recuerdan la opulencia del caucho que invadió en el pasado esta remota población peruana. Pero eso fue hace ya muchas décadas. Europa consiguió producir caucho aún más barato en Asia y ni siquiera el descubrimiento del oro negro que fluye bajo las ricas tierras de la cuenca amazónica ha conseguido resurgir las fastuosidades pasadas. Hoy en día, hasta la Casa de Fierro traída por Eiffel pieza a pieza desde Francia tiene un aire nostálgico.
Caminando desde la Plaza de Armas hacia el barrio de Belén van quedando atrás las casas de los reyes del caucho para mostrarnos la verdadera realidad de la vida a orillas del gran Amazonas. Los puestos del gigantesco mercado de Belén llenan las laberínticas calles de la parte del barrio asentada en tierra firme. Con lo puesto, nos adentramos en el palpitante mercado en el que los sentidos se confunden, y cuesta separar la vista del olfato o el tacto.
Belén es un barrio muy humilde en el que gran parte de la población vive en básicas construcciones flotantes de madera sobre el río. El sentido común aconseja no adentrarse por sus calles de noche, pero durante el día, la vida transcurre con relativa seguridad y merece la pena explorarlo por libre, eso sí, sin hacer demasiadas ostentaciones de cámaras fotográficas, relojes o mochilas.
Cuando conseguimos escapar al magnetismo de los miles de puestos que abarrotan las calles del mercado, nos dejamos llevar por un sentido misterioso de la orientación hacia el río. Allí donde mueren las calles, las veredas se inundan y los motocarros dejan paso a las barcas a remo o ‘peques-peques’ a motor.
Se nos acercan los barqueros, nos ofrecen un recorrido por las casas flotantes. La oferta lanzada por diez soles, termina acordándose en seis a dividir entre tres personas. El barquero nos guía a través de un mundo bañado por las oscuras aguas del río, donde las gasolineras flotan y las iglesias tienen escaleras ‘voladoras’ para la temporada en la que sube el nivel de las aguas.
Belén es sin duda uno de los mejores lugares para explorar la realidad de la vida en una metrópoli aislada y con grandes diferencias sociales como Iquitos. Un espacio, donde uno puede mezclarse entre la multitud, hacer las compras para la hora de comer, y probar decenas de exóticas y sorprendentes frutas, mientras se charla con los lugareños.
Después de este cóctel de experiencias, la noche de Iquitos nos espera. Hay animación para todos los gustos, pero para terminar el día con el mismo ritmo amazónico, nada mejor que una copa en los bares flotantes que se iluminan sobre el río a apenas 5 minutos de la Plaza de Armas. Con la negrura de la selva oscureciendo el horizonte y los sonidos del río subiendo por la baranda, el día cae. Mañana volverá a amanecer muy temprano.
Gran artículo píxeles, ¿y ahora qué? Ya estamos lejos para ir.
Joer, ¡qué cabrones! Lo podíais haber explicado antes ;-p
Os lo cambiamos por Ecuador y Colombia! 😛 La próxima vez croques, ahora estamos atrapados en Manaus y aquí sí que hay bien poco que hacer sin gastarse una fortuna… Y encima nos han robado la toalla en el hostal, ¡backpackers cabrones!
Nunca te fíes de un backpacker, son lo peor de lo peor, los que se quejan de los ladrones y lo son más que ninguno, ¡qué tipejos!
Menos nosotros, ¡claro está!