Fitz Roy: la ‘montaña que fuma’ sin nubes

Un paraíso para los escaladores y una maravilla para los mundanos cuando las nubes lo permiten. El Chaltén tiene al alcance de la mano, o más bien de los pies, porque son necesarias unas buenas caminatas, dos de los picos verticales más increíbles que he visto.

El Fitz Roy desde el Lago de los Tres

El Fitz Roy desde el Lago de los Tres

El pueblo de El Chaltén, artificialmente construido para ganar terreno en las disputas entre argentinos y chilenos y artificioso hoy por estar dedicado al turismo de aventura, debe su nombre al apelativo con el que los indígenas tehuelches llamaban al Fitz Roy, ‘Chaltén’ o montaña que fuma. Su antiguo nombre es sin duda certero, teniendo en cuenta que la mayor parte del año está cubierto por las nubes y en contadas ocasiones se deja ver con toda su majestuosidad. Pues bien, nosotros tuvimos la suerte de estar allí en uno de esos días.

Arco Iris a primera hora de la mañana

Arco Iris a primera hora de la mañana

Después de 30 horas de bus, dejar nuestras maletas en el hostal y tomar un buen desayuno, estábamos aún un poco entumecidos, pero las horas de inmovilidad se convirtieron en un recuerdo según nos íbamos acercando al imponente conjunto de paredes verticales que atrae cada año a cientos de escaladores, dispuestos a llegar a su cumbre.

Nuestro objetivo era más modesto y nos conformábamos con llegar al mirador del Lago de los Tres, que ya supone ocho horas de caminata, cuatro de ida y otras tantas de vuelta. El sendero es relativamente fácil, aunque largo durante todo el recorrido, pero hay que guardarse fuerzas para la última hora, en la que se ascienden 500 metros de desnivel y sinceramente, empezamos a estar en forma, pero se suda la gota gorda.

A medio camino hacia el Fitz Roy

A medio camino hacia el Fitz Roy

Acompañados por Françoise y Olga, dos amigas francesas con las que hemos compartido parte de la ruta patagónica, alcanzamos nuestra recompensa. El privilegio de poder admirar el conjunto de rocas que se eleva hacia el cielo y sus garras veteadas de nieve aún sólida, aferradas a la tierra, es una imagen que se me ha quedado grabada en la retina durante días, y ahora, seguramente se haga su propio sitio en mi memoria.



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Aún no estoy segura de si yo llevaré a la mochila o la mochila me llevará a mi.

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