Uyuni y otros mundos I
Adentrarse en el desierto del sur de Bolivia, salpicado de lagos altiplánicos y presidido por el imponente salar de Uyuni es como pisar un nuevo planeta de paisajes extraterrestres. La belleza por estas tierras trasciende los cánones convencionales.
Con las pupilas inundadas por espejadas aguas rojas, azules balsas que lamen cerros espectrales o centenares de flamencos rosados sobrevolando majestuosos los salares, es difícil asimilar todo lo que hemos visto en apenas tres días.
Elegir la agencia
Después de un minucioso interrogatorio en todas las agencias que ofrecen viajes al Salar de Uyuni desde San Pedro de Atacama (tened en cuenta que nos acababan de dejar tirados en medio del Valle de la Luna), nos decidimos por Cordillera.
Basándonos en nuestra experiencia, lo que vimos durante el recorrido y las opiniones de otros viajeros en un libro a disposición pública en la Oficina de Turismo, recomendaríamos las agencias Cordillera Traveller (http://www.cordilleratraveller.com/) y Estrella del Sur; en cambio, aconsejaríamos no viajar con Pamela Tours.
Los precios son similares, aunque Pamela Tours puede resultar un poco más barata, pero por contrapartida, pincha con una ‘sospechosa’ facilidad y sus ruedas de recambio no suelen estar tampoco en buenas condiciones (nuestro chofer tuvo que rescatar a uno de sus todo terreno), y al parecer hay muchos casos de conductores borrachos.
Teniendo en cuenta que el conductor es guía, prepara la comida (no cocina) y es el único apoyo y experto en ese territorio durante el recorrido, es casi el elemento más importante del viaje.
El misterio del 4×4 reluciente
Omar fue para nuestro grupo el ‘puma’ del desierto que siempre elegía el mejor camino para llegar antes a los lugares, demostró su destreza al volante después de 7 años trabajando como conductor en este tipo de viajes y además mantenía el 4×4 como los chorros del oro, a pesar de atravesar el desierto. Os preguntaréis cómo…
La primera noche en el refugio de la Laguna Colorada no hay duchas para los hospedados, así que a aguantar hasta el día siguiente, pero no todos corríamos la misma suerte… nuestro flamante vehículo sí disfrutó de un concienzudo remojón al caer el día, ritual que volvió a repetirse al día siguiente. Después de algunas pesquisas, pudimos comprobar que no era una tarea impuesta por la empresa a todos los conductores, sino simple dedicación profesional.
Con la protección de la Pachamama
Tras recibir nuestro sello en el pasaporte por parte de las autoridades chilenas ya estábamos preparados para poner rumbo a Bolivia, donde tuvimos la suerte de comenzar el viaje con una ceremonia en honor a la Pachamama. No, el asado de alpaca, los discursos y las hojas de coca bañadas y rociadas con cerveza en honor a la Pachamama no eran en nuestro honor, sino para inaugurar una feria periódica que se celebra en la confluencia de fronteras, y donde las comunidades de estas tierras, pertenecientes en realidad a una misma etnia, dejan de lado sus nacionalidades, boliviana, chilena o argentina para participar en una feria del trueque.
Después de echar nosotros también nuestra contribución de vinito a la Pachamama, comenzamos el viaje con nuestro heterogéneo pero simpático grupo, compuesto por una inglesa, un alemán, una holandesa, una australiana y dos españoles. ¡Perfecto para practicar inglés!
Del Licancabur a los geisers. Día 1.
Vamos dejando de lado el imponente volcán Licancabur y el camino no para de ascender durante la primera jornada. Los efectos de la altura comienzan a sentirse. Mientras unos consiguen ir sobrellevando el malestar con la novedad de mascar hojas de coca, otros caen en el letargo del soroche.
La laguna verde y la laguna blanca van aproximándonos a escenarios no conocidos, para en medio del día darnos un remojón en aguas termales, rodeados por un paisaje surrealista. La altura y la temperatura del agua nos bajan alarmantemente la tensión, de manera que el placer es limitado por el sentido común, y a los 10 minutos, estamos todos fuera del agua.
En los geisers a más de 5.000 metros, la tierra bulle, el vapor se escapa de las entrañas ardientes del magma burbujeante y un penetrante olor a azufre nos anuncia que bajo nuestros pies hay una gran actividad.
Poco a poco, el calor de las fumarolas se convierte en un helado viento al acercarnos a la laguna Colorada, a 5.300 metros, donde pasaremos la primera noche. Y no digo dormir, porque después de haber subido casi 3.000 metros en un día, la aclimatación está en proceso y se descansa más bien poco.
Lagos altiplánicos. Día 2
En estos desiertos, la erosión del viento ha creado verdaderas maravillas como el árbol de piedra o el curioso conjunto rocoso con caprichosas formas, bautizado como Las Piedras de Dalí.
Las lagunas altiplánicas nos esperan con sus particulares colores. Laguna Honda, Chiarcota, Cañapa… Aquí los flamencos siguen siendo los protagonistas de la película, hundiendo sus picos en las salitrosas aguas para pescar los pequeños crustáceos de los que se alimentan.
Con el paladar seco y la sal presente en todos los paisajes que nos rodean, damos una vuelta de tuerca más para pasar una original y salada noche en el hotel de sal. Con mesas de sal, camas de sal, taburetes de sal y lo único que se escapa, el baño, que ese sí no es de sal por cuestiones lógicas.
Al día siguiente, el gran salar de Uyuni.
pues si todo es curioso y extraño,os envio a iker!!!!jajaa