Bajo los colores de Salvador
En Salvador todo es más lento, nos avisaban desde otros puntos de Brasil y sí, la vida transcurre a un ritmo de reggae arrastrado, sin demasiadas prisas, como dejando el tiempo caer, hasta las palabras se alargan en sus cadencias de portugués ‘bien brasileiro’. Pero ojo, en ocasiones, también pueden ser muy rápidos, sobre todo cuando salen corriendo después de robar una cámara de fotos a plena luz del día y ni la policía que tiene tomada Pelourinho puede hacer nada para evitarlo
No nos ocurrió a nosotros, pero pasó a apenas unos metros, delante de nuestras narices y ni siquiera llegamos a ver al veloz, esta vez sí, muy rápido y oportuno corredor de spring. ¿Y quién tiene la culpa? Si el reparto de la riqueza no llega a todos por una vía, a los que les ha tocado vivir entre plástico y uralita encontrarán otro modo de sobrevivir. Hoy más que nunca es cierto que Brasil no es un país pobre, que además está luchando de manera eficaz contra la pobreza, pero sí un país con muchos pobres y la mayoría se concentran en el nordeste del país, con un 21,73% de pobreza extrema, cinco veces más elevada que en el sur (4,36%).
Otras fachadas con menos color
En los escasos tres días que hemos pasado en Salvador de Bahía no podemos decir que conozcamos la ciudad. Apenas rascamos un poco sobre la superficie de las coloridas casas coloniales del barrio de Pelourinho o las inquietantes calles que nacen a los pies del elevador y se pierden en la oscuridad de edificios dejados a merced del tiempo. Pero lo poco que vimos nos hizo sentirnos en una cárcel turística con cerco policial, de la que al caer la noche, sólo se podía salir y entrar en taxi.
La multicultural y colorida Salvador, la que fuera sede de la capital de la Corona Portuguesa en las Américas, el mejor lugar para asistir a una misa mixta de tradición católica y candomblé, con decenas de ofertas de clases de capoeira o bailes locales, nos inspiró recelo.
Nos dio rabia tener que estar continuamente en estado de alerta, impidiéndonos disfrutar de sus otras muchas virtudes, que hemos llegado a entrever, a veces sólo a intuir en momentos casuales: cabezas cubiertas de rastas despreocupadas en busca de una gran noche o caderas voluptuosas prometiendo infinitos contoneos. Pero casi siempre despacio, a ritmo bahiano.
enga ya pa casaaaaaaaa mangantes!!!!jajajaa
la pillasteis en martes? es el dia grande!
No! Nos fuimos un martes, pero hacía tan mal tiempo que ese martes creo que no salieron a bailar y cantar con el diluvio que estaba cayendo, mala suerte! Por dónde andas David?
apurando mis últimos tres dias por petra y buceando el mar rojo. esto se acaba… ke penita! snif snif
Disfruta David! Nos vemos en Barcelona, que tenemos una cena pendiente!