Jugando al escondite por Olinda
Antes de llegar a Recife marcamos una cruz sobre la ciudad de Olinda como siguiente parada de nuestra ruta. Pensábamos visitar una ciudad colonial llena de casitas de colores, y sí, estaban allí, pero no esperábamos encontrarla también aburrida y solitaria.
Llegamos de noche y por el centro histórico a esas horas no paseaban ni los gatos callejeros a pesar de ser viernes. Subimos y bajamos calles adoquinadas. Seguimos a grupos de lugareños hacia luces a la vuelta de la esquina, pero nada, aquí no había nadie. Tras una infructuosa búsqueda por la zona antigua, nos fuimos hacia el mar, última oportunidad de tomarnos una caipirinha y ¡bingo! Aquí estaban todos los adolescentes. La excusa perfecta para tomarnos algo y retirarnos al hostal, que después de una noche de viaje en bus el cuerpo ya no nos da para trasnochar.
Con todas las esperanzas puestas en el día siguiente, nos fuimos a dormir, confiando en que por la mañana curiosearíamos en ateliers de pintura con artistas trabajando y podríamos resguardarnos a la sombra en algún museo de coloridos cabezudos de carnaval.
Pero al día siguiente, ni vimos talleres de pintura que no fueran una simple tienda de cuadros, ni nos cruzamos grandes grupos bulliciosos de turistas recién bajados de un crucero, ni conseguimos encontrar un sólo museo abierto o en el lugar que indicaba el mapa. ¿Pero dónde está la gente? ¡No había ni siquiera vendedores de souvernirs!
Las calles empinadas y desérticas, llenas de casas a las que les pesaban ya los años nos traía a la memoria los aires melancólicos de Lisboa, salvando siempre las distancias, porque Olinda nos deparaba otra sorpresa: la peligrosidad de sus aguas. La presencia de tiburones en sus playas no la convierte en el mejor destino para darse un chapuzón, así que como dice el cartel, os recomendamos mirar, pero no nadar.
Me encantaron las fotos! Lástima que no encontraron nada. Nosotros hace una semana que estamos en Olinda y hay de todo! Los almacenes de la Ciudad Antigua con fiambres riquísimos y cerveza geladao. Feria del Libro y conciertos de rock brasilero… Parece como si hubiesen escrito de otra ciudad… Lo único que la hace reconocible es la advertencia de tiburones.